Este tipo de enfermedad es bastante recurrente en algunas razas de perros. Se caracteriza por un problema a nivel neurológico que genera una serie de síntomas fácilmente perceptibles y que habitualmente son divididos en tres etapas:
La primera es llamada el “aura”, en que el animal se muestra nervioso, inquieto, ansioso; una segunda etapa llamada “ictus” que corresponde al ataque de epilepsia en sí mismo, manifestado por temblores involuntarios con pérdida de la conciencia, salivación excesiva e incluso pérdida del control de esfínter; la tercera etapa es llamada ”postictal” que corresponde al momento en que ha pasado la crisis y el perro se manifiesta confundido, aturdido y con dificultad en el reconocimiento del medio ambiente.
¿Qué podemos hacer en caso de tener un perro con esta enfermedad? Primero entender que el origen del mal es variado: como ya mencionábamos el tipo de raza, la genética, pero también otros factores, como desequilibrios hormonales y principalmente estados de estrés. En este último caso nuestro rol puede ser importante, ya que sí está en nuestras manos, evitarle a nuestra mascota un estado de tensión, producto de peleas con otros perros e incluso rituales de apareamiento. (Importante: Siempre la epilepsia debe ser diagnosticada por un veterinario).
¿Qué hacer ante un episodio de este tipo? Evitar la presencia de niños, pues les puede resultar perturbador el cuadro que presenta su mascota. En segundo lugar dejarlo en un lugar donde pueda estar tranquilo, sin golpearse o morderse la lengua, y tercero estar atentos a la duración del episodio, pues en algunos casos pueden llegar a durar hasta 30 minutos, lo que implicaría una visita al veterinario.